Aunque el acné juvenil es el más frecuente, en las últimas décadas se ha observado un aumento progresivo de esta afección en las mujeres adultas. Se trata principalmente de un acné hormonal muy influenciado por la acción de los andrógenos, las llamadas hormonas sexuales masculinas, sobre las glándulas sebáceas de la piel.
La prevalencia del acné hormonal adulto no está bien definida, pero diferentes estudios confirman el número creciente de casos en mujeres más allá de la adolescencia.
Concretamente, se estima que hasta un 45% de la población femenina sigue mostrando signos de acné pasados los 20 años, disminuyendo progresivamente a partir de los 45 años.
El acné en la mujer adulta se caracteriza generalmente por la presencia de comedones, pápulas, pústulas, nódulos y quistes de la misma forma que en la adolescencia.
Sin embargo, las lesiones de este tipo de acné hormonal suelen afectar sobre todo el tercio inferior de la cara (alrededor de la barbilla) y el comienzo del cuello.
El acné hormonal en la mujer puede ser una continuación del sufrido durante la adolescencia o aparecer por primer vez en la etapa adulta.
Es lo que se llama acné persistente de la mujer y alcanza el 80% de los casos. Se trata de un acné que se sufre desde la adolescencia y que se caracteriza por presentar lesiones la mayoría de los días. Este tipo de acné suele empeorar los días previos a la menstruación y, cuando evoluciona, deja manchas y cicatrices.
El 20% restante de los casos se engloban en un grupo denominado acné de comienzo tardío, porque la afección debuta por primera vez en la edad adulta.
En este tipo de acné hormonal, los síntomas pueden ser similares a los del acné persistente. Es decir, lesiones que se localizan predominantemente en el mentón y alrededor de la boca y que empeoran antes de la menstruación.
Sin embargo, las mujeres con acné de comienzo tardío pueden experimentar una afectación difusa en la cara, que aparece de forma fortuita, sin razón aparente o bien asociada a alguna enfermedad sistémica o signo de androgenización evidente.
Aunque el acné hormonal suele ser de carácter leve, no hay que minimizar su capacidad para formar cicatrices permanentes, con el consiguiente impacto estético.
Además, tiene una afectación emocional y en la calidad de vida de la mujer muy importante.
Si bien el impacto psicológico del acné se ha estudiado sobre todo en la población adolescente, los sentimientos descritos en diferentes estudios por aquellos jóvenes más cercanos a la edad adulta deberían tenerse en cuenta.
Entre ellos, la preocupación por el acné y el hecho de sentirse menos atractivos o acomplejados, así como la vergüenza, la rabia, la angustia, la irritación y la desesperación.
Además, muchos de ellos reconocen modificar sus actividades diarias (por ejemplo, asistir a clase, hacer deporte, quedar con los amigos o con una persona del sexo apuesto) por culpa del acné.
Todo ello hace que el riesgo de depresión en la mujer que sufre de acné adulto sea superior al 10%.
Con todos estos datos, es fundamental no minimizar esta afección y poder adecuar el tratamiento de forma integral e individualizada a cada caso.
A la hora de tratar el acné hormonal en la mujer adulta hay que tener en cuenta que este suele ser más resistente a los tratamientos habituales empleados en el acné juvenil. Incluso, cuando se recurre a procedimientos más agresivos.
Por ello, es fundamental abordar la afección de manera global, identificando la alteración hormonal que puede provocarlo, y motivar a las mujeres a ser pacientes y cumplir con el tratamiento prescrito.
1. Identificar las causas del acné hormonal. El equilibrio entre andrógenos y estrógenos en la mujer tiene un efecto demostrado en la activación de las glándulas sebáceas.
En ese sentido, varios estudios sugieren que las mujeres que presentan un valor basal de testosterona más alto son más propensas a erupciones acneicas cuando los niveles estrogénicos son bajos.
Esto explicaría porque el acné hormonal en la mujer adulta suele exacerbarse al final del ciclo menstrual, cuando los niveles de estrógenos están disminuidos.
Sin embargo, en ciertos casos este desequilibrio hormonal entre andrógenos y estrógenos no solo se produce de forma fisiológica y puntual como consecuencia de la llegada de la menstruación, sino que responde a alteraciones ováricas, adrenales o del metabolismo periférico de los andrógenos.
Esto sucede en alrededor de un tercio de los casos del acné hormonal en las mujeres y suele ir acompañado de otros síntomas de hiperandrogenismo.
Entre ellos, hirsutismo, alopecia, alteraciones menstruales o algún dato clínico o bioquímico del síndrome metabólico, entre los que se encuentran la obesidad, el aumento del colesterol y los triglicéridos, la resistencia a la insulina y un mayor riesgo cardiovascular.
Suele ser el caso, por ejemplo, de las mujeres con Síndrome de Ovario Poliquístico (SOP), una afección que se caracteriza por tener unos niveles elevados de andrógenos y cuya incidencia se sitúa entre el 6 y el 21% de las mujeres en edad reproductiva.
Ante la sospecha de un acné adulto que pueda estar provocado por algún trastorno hormonal, es fundamental que un dermatólogo pueda estudiar bien la clínica y realizar pruebas complementarias como la determinación de algunas hormonas. Por ejemplo, la dehidroepiandrosterona (DHEA), la testosterona, la hormona luteinizante y la hormona foliculoestimulante (LH/FSH), la progesterona y la prolactina, entre otras.
Estas pruebas se suelen complementar con una analítica para evaluar la glucosa y los perfiles hepáticos y lipídicos, ya que también pueden ser de ayuda en el diagnóstico.
Paralelamente suele realizarse un estudio de coagulación o trombofilia por si fuera necesario recurrir a tratamientos sistémicos.
Otro factor que puede ser causa de desequilibrios hormonales y, por tanto, favorecer el acné adulto es el estrés. De hecho, se ha demostrado una frecuente asociación entre acné y ansiedad.
Se cree que la explicación estaría en que las hormonas que se liberan en las situaciones de estrés pueden ejercer una fuerte influencia en las glándulas sebáceas.
Al mismo tiempo, el cortisol, la principal hormona del estrés, puede suprimir los niveles normales de las hormonas reproductivas, con el consiguiente impacto en la piel que se ha descrito anteriormente.
El problema del acné por estrés es que suele desencadenarse en un ciclo vicioso difícil de romper si no se trata: a mayor ansiedad, mayor acné; y a mayor acné, más ansiedad.
En el diagnóstico por acné hormonal, también hay que tener en cuenta factores que pueden actuar puntualmente como agravantes.
Por ejemplo, un efecto rebote del acné después del verano o el llamado maskné, favorecido por el uso diario de la mascarilla como consecuencia de la pandemia por covid-19.
2. Utilizar cosméticos específicos para el acné adulto. Es frecuente que el acné hormonal pueda verse empeorado por el uso de cosméticos comedogénicos.
De hecho, es habitual ver microcomedones en el acné adulto de la mujer y estos se consideran una de las claves en la aparición de esta afección.
Por ello es fundamental instaurar una correcta rutina de cuidados cosméticos.
La limpieza de la piel con acné debe hacerse con un jabón suave y especialmente adaptado a la higiene diaria de pieles grasas, delicadas y con tendencia acneica.
Entre los diferentes productos, son preferibles los detergentes syndet, ya que consiguen una limpieza y acción desengrasante elevadas, sin resecar la piel.
También es interesante que estos geles puedan llevar ingredientes como el lactato de zinc o el extracto de bardana, principios activos que aportan una acción añadida astringente, emoliente y antiseborreica.
Después de la limpieza hay que hidratar la piel con cremas o emulsiones ligeras y sin aceite (oil-free) para que no tengan un efecto comedogénico. Esto mismo sirve para la protección solar.
Por lo que respecta a la fotoprotección, es fundamental insistir en la importancia de proteger las pieles acneicas del sol, sobre todo cuando hay marcas o cicatrices recientes.
Finalmente es conveniente completar esta rutina con cosméticos específicos para mejorar la piel con acné adulto como son las mascarillas o los geles exfoliantes.
En ese sentido, cobran especial interés los productos con alfahidroxiácidos como el ácido glicólico o con ácido salicílico.
El maquillaje se puede recomendar para ocultar lesiones, pero este no debe agravar el problema. De este modo, hay que asegurarse de que se trata de productos que no favorezcan la obstrucción del folículo pilosebáceo.
3. Actuar sobre el estilo de vida. Todas aquellas medidas que contribuyan a mejorar el equilibrio hormonal en la mujer serán de gran ayuda en el tratamiento del acné adulto.
Esto incluye desde la alimentación y el ejercicio físico hasta el descanso y la gestión del estrés.
En el caso de la alimentación, es importante desterrar el mito de que el consumo puntual de alimentos como el chocolate, la leche o los frutos secos están detrás del acné adulto.
Sin embargo, sí se ha establecido una relación entre alimentación y acné basada en la acción de una dieta rica en alimentos con un elevado índice glicémico y la resistencia periférica a la insulina.
Paralelamente, se está estudiando el papel que ciertos probióticos podrían jugar en los procesos inflamatorios cutáneos como es el acné.
De este modo, una vez más una dieta saludable y rica en alimentos probióticos favorecería una mejor microbiota y, por tanto, podría contribuir a controlar el acné hormonal.
Lo que sí está demostrado es que fumar actúa como un factor desencadenante o agravante del acné, por lo que se debería abandonar este mal hábito.
Finalmente, se ha establecido que una pérdida controlada de un 10% de peso cuando el Índice de Masa Corporal (IMC) es elevado genera una disminución de los signos cutáneos generados por acción de los andrógenos.
4. Aplicar tratamientos tópicos para controlar el acné hormonal. Las pieles maduras toleran relativamente bien el peróxido de benzoílo y los retinoides tópicos, que deben iniciarse con aplicaciones cortas y cuyo tiempo se incrementará de forma gradual según la tolerabilidad.
Estos suelen combinarse, en dosis bajas, con el uso de antibióticos tópicos como la eritromicina y la clindamicina.
5. Recurrir a tratamientos sistémicos específicos para el acné en mujeres adultas. En la mayoría de casos de acné hormonal, el tratamiento de elección son los anticonceptivos con acción antiandrogénica. Estos consiguen mejorar la reducción sebácea y suelen ser eficaces tanto si hay evidencia de hiperandrogenismo como si no.
Otras veces será necesario el uso de isotretinoína oral, incluso en casos de acné hormonal leve. De ser así, es muy importante recordar que es un medicamento altamente teratógeno, por lo que su consumo hace imprescindible una anticoncepción estricta.
Esto conlleva el uso simultáneo de isotretinoína con anticonceptivos orales, lo cual acaba aportando un mayor beneficio terapéutico.
En casos puntuales se puede iniciar también un tratamiento con glucocorticoides. Por ejemplo, en el caso de mujeres con aumento de la DHEA o de la progesterona.
Los antibióticos sistémicos pueden ser otra opción de tratamiento para el acné adulto, pero la respuesta es muy lenta e ineficaz en un alto porcentaje de los casos.
Para aquellas mujeres que deseen un tratamiento del acné hormonal sin anticonceptivos u otros medicamentos sistémicos existen alterativas como la terapia fotodinámica y la exposición a la luz azul y azul-roja.
No obstante, el mayor efecto de estos tratamientos se consigue en los acnés leves o moderados con componente inflamatorio.
Más allá de estos cinco consejos para tratar el acné hormonal, también hay que destacar que el conocimiento de las causas del acné y una correcta empatía con el dermatólogo han demostrado un aumento de adherencia al tratamiento y, por tanto, de su eficacia.
Autor: Laboratorios Viñas, departamento científico.
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