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Infecciones cutáneas

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La piel constituye la principal barrera de defensa del organismo frente a la invasión y crecimiento de agentes infecciosos externos a los que estamos expuestos a diario. En parte, esta defensa se debe a la llamada flora residente, microorganismos “beneficiosos” que habitan en las capas más superficiales de nuestra piel (capa córnea). Cuando el equilibrio se rompe, como resultado de esas agresiones externas, se producen las infecciones cutáneas.

En función de los agentes infecciosos, las infecciones cutáneas pueden clasificarse en bacterianas (como el impétigo y la foliculitis), fúngicas (como la tiña y la candidiasis) o víricas (como el molusco contagioso, los herpes y las verrugas) y son padecidas por la casi totalidad de las personas en algún momento de su vida.

Causas de las infecciones cutáneas

Varias son las causas de las infecciones cutáneas.

Tener una piel con su función barrera alterada (esto ocurre en dermatitis irritativas, eccemas agudos, úlceras, pequeñas heridas, erosiones, presencia de objetos tipo piercings, etc.) facilita la entrada y colonización de agentes infecciosos.

Existen otros factores predisponentes que pueden favorecer la aparición de infecciones cutáneas como, por ejemplo, la presencia de exudado (líquido que se filtra desde los vasos sanguíneos a los tejidos cercanos), un aumento de temperatura, la inmunodepresión (producida por el estrés, los malos hábitos alimenticios, la terapia con corticoides, etc.), padecer diversas enfermedades (dermatitis atópica, diabetes, obesidad, mala circulación periférica, etc.)  o el uso de antibióticos que desequilibran la flora residente del organismo.   

Infecciones víricas

Entre las infecciones víricas destacan las siguientes:

El molusco contagioso es una infección frecuente causada por un poxvirus. Sus lesiones consisten en pápulas con una depresión central. Su número es muy variable (puede llegar a cientos). Afecta sobre todo a niños pequeños produciendo epidemias escolares. En adultos es menos frecuente. Se localizan en cualquier parte del cuerpo, generalmente se agrupan en un área específica, pero pueden estar diseminadas. Es una infección muy contagiosa (a través de piscinas, objetos compartidos –esponjas, toallas,...-, y contacto directo piel con piel). Es autolimitada, pero frecuentemente puede permanecer sin cambios durante meses o años.

El Herpes Simple es la infección vírica más ampliamente extendida de los herpesvirus, hasta un 80 % de la población es portadora asintomática del virus. Con menor prevalencia encontramos el herpesvirus denominado Virus Varicela-Zoster. Ambos herpesvirus producen una primera infección, que suele ser asintomática en el caso del Herpes Simple y la varicela en el caso del Herpes Zóster. Luego estos virus quedan latentes y pueden reactivarse tras un factor desencadenante como la exposición solar, la fiebre, un proceso digestivo banal o un cambio anímico, produciendo las recurrencias (los típicos herpes labiales o calenturas en el caso del Herpes Simple, o la culebrilla en el Herpes Zóster).

Las infecciones por el Virus del Papiloma Humano, como las verrugas vulgares y las verrugas plantares son muy frecuentes. Las verrugas vulgares son proliferaciones delimitadas de la epidermis del mismo color de la piel y tacto rasposo. Suelen aparecer en zonas expuestas, como manos y rodillas, pero pueden localizarse en cualquier otra zona de la piel. Las verrugas plantares son específicas de la planta del pie con un aspecto similar a las callosidades, dolorosas, y se diferencian de ellas por la presencia de múltiples puntos negros en su superficie por los capilares sanguíneos. En ocasiones se agrupan en placas engrosadas, denominadas verrugas en mosaico.

Infecciones bacterianas

Las infecciones cutáneas bacterianas son infecciones de la piel causadas por bacterias piógenas (que producen pus), principalmente estafilococos y estreptococos. Son relativamente frecuentes en la práctica clínica, afectan a pacientes de todas las edades, en especial niños (representan el 17 % de todas las consultas pediátricas) y a pacientes con factores de riesgo asociados.  

Se pueden dividir en primarias, cuando se desarrollan sobre la piel previamente sana; y secundarias, cuando se presentan sobre la piel previamente lesionada o alterada como eccemas, úlceras, dermatomicosis, etc. Pueden afectar solo a las capas más externas de la epidermis, como en el impétigo, a los anejos cutáneos, como la foliculitis, o a toda la piel en profundidad.

Es una infección superficial muy contagiosa (puede constituir un episodio epidémico en guarderías, escuelas, familias) que afecta especialmente a niños en edad preescolar y escolar. La higiene deficiente, los climas húmedos y cálidos y los pequeños traumatismos son algunos de los factores predisponentes. Se caracteriza por la aparición de vesículas que al romperse segregan un fluido que posteriormente formará una costra de color dorado.

Es la infección del folículo piloso. Se forman diminutas y numerosas pústulas atravesadas a menudo por un pelo y situadas en las zonas más pilosas. Cuando aparece en la parte del folículo en la dermis se habla de foliculitis profunda o furúnculo. Afecta principalmente a varones adultos, siendo el afeitado un vector de propagación de la infección en el mismo individuo.

Infecciones fúngicas

Existen diferentes tipos de infecciones fúngicas.

De las cerca de 100.000 especies de hongos identificadas sólo 100 de ellas pueden considerarse patógenas potenciales para el ser humano.

Las infecciones fúngicas o micosis cutáneas incluyen infecciones muy frecuentes producidas por hongos que constituyen una parte importante de las consultas dermatológicas.

Son ejemplos, las Pitiriasis versicolor, las Dermatofitosis o Tiñas y las Candidiasis.

 

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